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José Pacheco y César Ozán son excombatientes de Malvinas o como muchos, combatientes activo de una Argentina que solo los mira desfilar para ocasiones especiales. Ambos fueron invitados especiales del acto organizado por la escuela secundaria Jorge Whasington.
José advierte situaciones complejas que describen parte de nuestra cultura. Durante y posterior a la guerra «fuimos ignorados» Desde el 82 y hasta el 95 se los mantuvo casi sepultados. » Vendía semitas para sobrevivir»
Pacheco vive en Pocito, dos de sus cuatro hijos transitan el secundario en la escuela Jorge Washington de calle 6 y Lemos, el martes por la tarde y casi a la salida sus hijos lo vieron vestido de gala; «los sorprendí, a mis 4 hijos los envié a esta hermosa escuela, gentilmente recibí esta invitación por primera vez, para participar de un acto sobre Malvinas y contar a estas nuevas generaciones nuestra experiencia vivida en la guerra del Atlántico Sur»
Pacheco participó en el conflicto con Chile y años más tarde asistió en la guerra con los ingleses por Malvinas. Un mes antes del hundimiento del General Belgrano, había sido enviado a otra misión » el dolor que sentí luego de la noticia, sigue estando vivo en mí»
Sus hijos experimentan a menudo sus fríos, congelados e inertes relatos de guerra, el sentimiento «uno se acerca a Malvinas a través de sus sentimientos» Pacheco subraya «el olvido» del estado nacional » desde el 82 al 95 estuvimos sepultados en vida» El parco soldado después de los años cobra indulgencias para hablar sin filtro, critica la cultura del absurdo, » se prefería el mundial de fútbol, antes que la situación de Malvinas «; el hombre experimenta » la cultura de la indiferencia de lo urgente por la evasión pasajera del entretenimiento masivo; el interés por el fútbol y su mundial y el descuido total hacia la guerra que se estaba efectuando; el desafío de 11 en dos tiempos por la vida y la soberanía en juego en Malvinas.
Con el tiempo, tuvo que pasar más de 10 años de pos guerra, el soldado comprendió » que se olvidaron y que tuvimos que golpear puertas para salvar a compañeros heridos por la soledad»; en 1993 la provincia nos otorgó un subsidio de $150, yo pagaba un alquiler de $300, imagínese, por años tuve que vender semitas para sobrevivir»
El hombre experimenta libertad en la confesión pública de pasillo «nos olvidaron». En el acto la historia de los héroes cobra testimonio oral en primera personas, y la escuela Jorge Whasington sale del aula y se interna por los confines del relato de los excombatientes. El silencio de una importante matrícula de jóvenes se advierte, hay una «atenta escucha», algo poco creíble en la denominada sociedad de los «videns» cuya indiferencia hacia el otro es cotidiana sentencia; sin embargo , algo nuevo se experimenta en los campos de las soledades e indiferencias que reúne a protagonistas , tal vez, con cierta empatía.
Por Gustavo Rey
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