En momentos en que el mundo teme por la rápida expansión de la variante Delta del nuevo coronavirus, científicos uruguayos anunciaron que la primera ola de contagios de COVID-19 que sufrió ese país a fines del año pasado se debió a una mutación local del SARS-CoV-2.
El Instituto Pasteur de Uruguay, con sede en Montevideo, informó en un comunicado que la variante P.6 se generó en ese país, pero luego fue desplazada por la P.1, conocida también como brasileña, que circula prevalentemente entre la población uruguaya por lo que estimó que la variante de ese país dejó de producir infecciones desde fines de abril pasado y actualmente ha desaparecido.
El descubrimiento de la variante uruguaya fue realizado por investigadores del Grupo de Trabajo Interinstitucional (GTI), que realiza la vigilancia genómica. Según los estudios de ese equipo de científicos, la variante apareció en noviembre de 2020 y prevaleció en el número de contagios hasta marzo de 2021.
“La P.6 —según la denominación otorgada por un comité científico internacional— debe su nombre a que deriva de la variante B.1.1.28, originada y ampliamente distribuida en Brasil durante 2020”, explica el texto. Según señala el Instituto, el comité científico internacional establece que, para ser considerada variante, el hallazgo “debe tener mutaciones que lo distingan de las variantes existentes” y que la expansión geográfica tiene que ser diferente a la original, en este caso Wuhan, en China.
“La variante uruguaya incluye dos mutaciones relevantes que están ubicadas en la proteína Spike, que podrían estar asociadas a un aumento de transmisibilidad. Una de las mutaciones también se ha detectado en otras variantes del mundo incrementando su frecuencia hacia fines de 2020, lo que respaldaría la idea de que le puede otorgar mayor capacidad de transmisión”, sostiene.
Según las mismas investigaciones, tras su aparición en noviembre pasado, la variante uruguaya fue predominante en el país entre enero y febrero, pero su prevalencia comenzó a mermar en marzo, cuando ingresó la P1 y se hizo de circulación comunitaria. El último caso que se registró de la variante uruguaya es del 26 de abril.
“Los científicos estiman que la variante uruguaya habría jugado un rol importante en la primera ola de COVID-19 en el país, pues observaron una coincidencia entre el surgimiento y diseminación de esta variante local con el aumento de casos de COVID-19 registrados a partir de noviembre/diciembre”, concluyó el Instituto Pasteur en el comunicado.
Desde diciembre de 2020, Uruguay vivió un fuerte crecimiento de casos de la COVID-19 y ello empeoró desde marzo con la llegada de la P1 brasileña. A partir de allí, los positivos y las muertes aumentaron de manera exponencial y no fue hasta junio cuando los números mejoraron, ayudados por la vacunación en un alto porcentaje de población.
Uruguay fue una de las naciones que no aplicó una cuarentena estricta, si no que su gobierno optó por llamar a la sociedad a permanecer en sus casas cuando el número de casos comenzó a aumentar. Fue considerado al comienzo de la pandemia un caso de país exitoso en el control de los contagios, pero luego las infecciones se descontrolaron y se el número de víctimas se incrementó rápidamente.
Uruguay alcanzó a fines de julio el 70% de su población inoculada con al menos una dosis contra el coronavirus, de acuerdo al monitor oficial de vacunación, en medio de una abrupta desaceleración de los peores indicadores de la pandemia, aunque el 10 % de los habilitados para vacunarse aún no lo hicieron. De esta forma, alrededor de 2,48 millones de personas recibieron al menos la primera inyección de las vacunas de Sinovac, Pfizer o AstraZeneca. De ellos, la gran mayoría (2,09 millones o el 59% de la población) ya cuenta con el esquema completo./INFOBAE