Era el viernes 1 de septiembre del año 2000 cuando, con sólo 16 años, Mavys se escapó de su madre para pasear por Matanzas, una ciudad al este de La Habana. Rubia, delgada, de ojos claros, era una niña más entre el bullicio de la ciudad. Pero un hombre la interceptó para proponerle algo inaudito: acompañar a Maradona, quien, según él, se encontraba en una profunda depresión y necesitaba a alguien para conversar.
“Al principio pensé que quien me proponía eso estaba loco. Era un cubano. Después supe que era el salvavidas del hotel. En el carro, a unos pasos, nos miraba Carlos Ferro Viera, amigo de Maradona. Estuvieron más de una hora convenciéndome de que era importante ayudar a Diego, que era una figura mundial, amigo de Cuba y que estaba deprimido. Y finalmente acepté”, contó Álvarez.
A partir de entonces, comenzó una espiral que la llevó a conocer los lujos prohibidos en la Cuba castrista, pero también las drogas, el alcohol y la impunidad bajo esa dictadura. La llevaron hasta Varadero, a un hotel. Era la primera vez que Álvarez pisaba un lugar como este, ya que los cubanos tenían prohibido entrar a esas áreas destinadas por el régimen para los turistas.
“Nunca se propasó. Me invitó junto a mi familia al día siguiente a cenar al palacio Dupont”, añadió.
Diego estaba en Cuba desde enero, cuando llegó a la isla comunista para rehabilitarse. La estancia en la isla se prolongó por largos períodos, durante unos cinco años, en los cuales profundizó su relación con Mavys, a quien intentó conquistar con lujos prohibidos en ese entonces para los cubanos, como cenar en restaurantes en dólares, visitar discotecas y pasear. “Yo era una niña. No tenía maldad ninguna. Él era un extranjero, un rico y se había fijado en mí. No podía decirle que no. Era un privilegio ser su novia”, dijo la mujer.
Con el tiempo, Maradona la llevó a vivir con él en La Pradera, un Centro Internacional de Salud, donde el régimen cubano le había habilitado dos casas: una para sí y otra para su séquito de amigos. “Mi mamá no lo tomó nada bien. Tampoco mi papá. Pero a esa edad uno suele ser muy rebelde y no tener en cuenta el criterio de los padres. La vida con Maradona era muy loca: fiestas, discotecas. Me llevaba a comer…. Nunca imaginé que después me metería en las drogas de la que me costó tanto trabajo salir”, explicó Mavys.
Y luego agregó: “Al cabo de estos años me da pena de mí misma saber que tenía 16 años y fui parte de todo eso. Pero fue una experiencia más que tuve en la vida. No escogemos lo que nos toca vivir. Simplemente me dejé llevar”, añadió. Y dejó en claro que, aunque el jugador se lo propuso en varias oportunidades, ella siempre se negó a participar se fiestas sexuales./TELESHOW